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Repost: Article on Spanish Photobooks

This article was posted today by Madrid-based Valeria Saccone, just in time for tomorrow’s F.I.E.B.R.E. book fair. Using a similar model as the Parisian OFFPRINT, PhotoIreland’s Book and Magazine Fair, and the recently announced Photobook Bristol (organised by RRB Books), F.I.E.B.R.E. will feature local and international publishers – and self-publishers. Valeria quotes Martin Parr, who was recently in Madrid, for his annual workshop in the IED Madrid’s European Master of Fine Art Photography, and Horacio Fernandez, who will open his exhibition at the Reina Sofia, on recent Spanish photobooks next week (here is the Press Release as PDF, in Spanish). She also mentions some of the recent highlights, such as Ricardo Cases’ Palomas en el Aire, Cristina de Middel’s Afronauts, Carlos Spottorno’s PIGS and Oscar Monzón’s Karma, as well as Txema Salvans’ The Waiting Game, Antonio Xoubanova’s book on the Casa de Campo and Julian Barón’s CENSURA.

And there is more to come, such as the exhibition which Horacio Fernandez is preparing for PHotoEspaña 2014, on historic photobooks, or the visit of Kassel Photobook Festival’s Dummy Collection to the IED Madrid Photography Department this coming summer. Some speak of a bubble in the photobook market. For example, the Photobookclub Barcelona posted a critical article by Alex Sinclair on its Facebook page, and there was a vivid discussion on the subject. For photographers from Spain, however, the photobook seems to work, and there publication projects are highly recognized by critics and the public. Or, as Cristina de Middel has told me in an soon-to-be published interview for the next PhotoResearcher Magazine:

Is true that there have been suddenly many photobooks in Spain, but all seem to have their place in the market … they are totally relevant books, it’s not like “I’m going to do a book because it is fashionable to do the book.” They were made because the book-form it was the best solution for the particular work.

Enjoy Valeria’s article, in its original version hereafter, or in its automatic Google translation!

Moritz


El fotolibro revive y los españoles tienen mucho que ver con ello

by , (@valeria_ypunto) December 13, 2013

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“The photobook is here to stay”. El fotolibro ha llegado para quedarse. Lo dice Martin Parr a su paso por Madrid, donde ha venido a presentar Los inconformistas, su libro número 65. Nada del otro mundo, comparado con los 12.000 volúmenes que guarda, religiosamente ordenados por países, en su casa de Bristol. “Hemos asistido a un retorno del fotolibro en la última década y eso continuará. Cada vez más personas están entusiasmadas con los fotolibros”, asegura Parr, que en su frase usa “revival”, una palabra que rezuma nostalgia.

El gurú del género no es el único que augura larga vida al fotolibro. Horacio Fernández, comisario y director de PhotoEspaña entre 2004 y 2006, se expresa con palabras idénticas.

“El fotolibro ha llegado para quedarse”, afirma desde una mesa del Café Comercial, un lugar histórico para las tertulias. “Deja-vu”, como diría Ralph Gibson. “Hoy asistimos a una búsqueda de público y de comunicación por parte de los fotógrafos. Antes solo había una vía comercial para mostrar las fotos: las revistas y la publicidad. Esta generación ha intentado hacer visible su trabajo de otra forma, con fotolibros, fanzines… Seguramente habrá una bajada, siempre hay subidas y bajadas en la montaña rusa del arte, como en los años 80 y 90, cuando casi no se producían fotolibros, y eso que se hacían cosas de mucha calidad”, matiza Horacio.

“Libros de fotografía se han hecho desde que la tecnología lo permitió. Lo que sucede ahora es que se les está dando más protagonismo y se están viendo las posibilidades de este medio”. Palabra de Eloi Gimeno, el diseñador que ha contribuido a crear Karma, de Óscar Monzón, considerado el mejor primer fotolibro del año en Paris Photo 2013. “El libro se quedará, pero posiblemente el interés de coleccionistas y de personas dispuestas a pagar grandes cantidades de dinero por libros nuevos acabará desapareciendo. Como en todo, el tiempo pone las cosas en su sitio”, añade Eloi.

El libro de Óscar Monzón ha sido coeditado por la francesa RVB y por Dalpine, una distribuidora de libros online que ha contribuido de forma decisiva a impulsar la cultura de los fotolibro en España. “Es una tendencia que ha ido afianzándose a lo largo de varios años. Los fotógrafos confían cada vez más en este formato para dar a conocer su trabajo y que este llegue a un público más amplio”, reflexionan los fundadores, José Manuel Suárez y Sonia Berger.

El interés por el fotolibro se extiende por Europa y los españoles se están llevando una buena tajada. Además de Karma, el libro de Carlos Spottorno, The Pigs, acaba de recibir el Photobook Award 2013 al mejor libro de fotografía del año en Kassel, Alemania.

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Portada de The Pigs de Carlos Spottorno

The Pigs es una obra con fuerte contenido político. No es un asunto ni personal ni poético. Yo utilizo todas las herramientas que mejor domino -la fotografía, el diseño y la comunicación de masas- para hacer activismo político, para analizar la deriva histórica de los núcleos de poder, la manipulación periodística y los estereotipos. Y por supuesto, para invitar a la autocrítica. Porque a pesar de todo, no todo es culpa de los demás”, explica Spottorno.

No es el primer año que los fotógrafos españoles llaman la atención de críticos y expertos internacionales. En 2012, también lo lograron Cristina de Middel y Julián Barón. Ambos quedaron finalistas en Paris Photo. The afronauts, que también fue nominado para la prestigiosa Deutsche Börse, se agotó en dos meses y sus ejemplares llegaron a costar 2.000 dólares en eBay, un ejemplo de la locura que puede llegar a desatar la autoedición bien empleada. Hoy el nombre de Cristina está muy cotizado. En 2012 llegó a hacer 25 exposiciones en toda Europa y periódicos como el New York Times y The Guardian han confiado en ella.

C.E.N.S.U.R.A., de Julián Barón, también se ha convertido en un libro de referencia internacional aunque su autor no canta victoria para la industria. “Es cierto, se puede decir que son buenas noticias. Pero es pronto para hacer balance, todavía queda mucho camino por recorrer”, asegura Barón.

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Censura de Julián Barón

¿Estamos antes un momento dulce de la fotografía española? “Agridulce, diría yo. Es muy difícil trabajar en estas circunstancias, tanto para los propios fotógrafos como para los que estamos a su servicio, es decir los editores, diseñadores, comisarios, críticos… Por otro lado, es maravilloso ver que vale la pena y que hay tanto reconocimiento internacional para lo que se crea en este país”, señala Moritz Neumüller, responsable del Máster de Fotografía de Autor del IED.

“Donde yo vivo no hay demasiada dulzura. Todo es trabajo, trabajo, trabajo y pocos resultados satisfactorios a todos los niveles. En España se ha derrotado la cultura, la educación, lo social”, apunta Barón con cierto desconsuelo. “Si algo hay aquí es temperamento, cabezonería y capacidad de sacrificio. Es un topicazo, pero creo que se nota en el resultado de los proyectos de muchos fotógrafos españoles”, agrega Monzón. Es la visión desde dentro de los que no han parado de trabajar en la última década, “los eternos caminantes”, como algunos definen a los fotógrafos de Blank Paper, un colectivo que acaba de cumplir 10 años.

Entre ellos está Ricardo Cases, que con su Paloma al aire ha removido la fotografía española dentro y fuera de nuestro país. Su trabajo sobre el culto evangélico en los EE UU ha sido aclamado por Time LightBox.

Sin olvidar a Antonio Xoubanova, cuyo Casa de Campo ha sido publicado por Mack, la prestigiosa editorial británica. “Para mí ha sido una muy buena experiencia trabajar con un editor que ha hecho muchos de mis libros favoritos. He aprendido muchas cosas y le han dado muy buena visibilidad al trabajo. Es el mejor contexto que podía tener. Esto te anima a seguir trabajando”, señala Xoubanova.

Casa de Campo de Antonio M. Xoubanova

Casa de Campo de Antonio M. Xoubanova

No son los únicos. El colectivo NoPhoto es otro ejemplo de “cabezonería”, por citar las palabras de Monzón. Sin embargo, el balance que hace uno de sus fundadores es más optimista. “Era mas fácil de lo que parecía, solo había que conseguir que los buenos fotógrafos que siempre ha habido se atrevieran a salir fuera a enseñar lo que estaban haciendo”. Así explica Juan Valbuena el reconocimiento internacional que por fin ha llegado a los autores españoles.

“Desde finales de los 90, hay circunstancias que han ayudado de un modo evidente y que han creado una pequeña red local en torno a la fotografía, formada por festivales, colectivos, instituciones, comisarios, galerías, editoriales, escuelas, librerías y consumidores. Para mí solo falta una buena revista de tirada nacional con un buen editor gráfico y un par de críticos. De ese modo, ya estaríamos todos y nos podríamos poner a crecer”, añade Valbuena, que este año ha lanzado Phree, una editorial “especializada en fotografía documental en primera persona”.

“Aquí está llegando ahora lo que en otros países empezó hace muchos años. En España ha habido un fuerte retraso cultural por el paternalismo de las instituciones. Pero hay otro elemento: si los españoles están triunfando es porque no han parado de trabajar en la última década”, alega Fosi Vegue, director de la escuela Blank Paper.

Txema Salvans, ganador del tercer Concurso Fotolibro Iberoamericano de la editorial mexicana RM con The waiting game, atribuye ese ‘descubrimiento’ de la fotografía española a varios factores: una nueva generación de fotógrafos jóvenes, que dominan la tecnología y son capaces de enviar fuera los trabajos; y el hecho de que la idea del proyecto como trabajo fotográfico se ha instaurado de una manera definitiva. Expertos receptivos y amantes del fotolibro, como Martin Parr, han hecho el resto. “Está claro que se está alimentando un caldo de cultivo y una forma de ver las imágenes totalmente nueva y eso provoca la creación de nuevos proyectos”, resume Fosi Vegue.

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The Wainting Game de Txema Salvans

A todo esto se ha sumado el tema de la crisis en España. “Nos ha dado visibilidad en otros países, aunque no sea por lo que nos gustaría. Y ahora cuando ves un proyecto sobre España hecho por españoles, ya te interesa. Pero este es otro asunto. Por fin los españoles hemos empezado a fotografiar lo propio. Excepto Cristina García Rodero y unos pocos más, en general casi no había trabajos sobre el territorio. Y al final estos proyectos acaban teniendo mucha fuerza”, señala Salvans. “Lo que está triunfando es el libro español con mucho carácter y con un lenguaje propio, como los de Cristóbal Hara. Este es el país de Buñuel y de Ortega y Gasset: lo hemos mamado y ahora lo vomitamos”, analiza Vegue.

El resultado se refleja en una amplia producción de libros. “Cuando dirigí PhotoEspaña, era difícil encontrar a fotógrafos jóvenes con proyectos interesantes. Pero a partir de 2009, la cosa explota. El próximo 17 de diciembre inauguro una exposición de fotolibros en el Reina Sofía y muchos (y buenos) están hechos por españoles entre 2009 y 2013”, afirma Horacio Fernández. “Una vez más corroboro que las crisis son buenas para la creación”, bromea.

Su análisis mordaz va más allá: “Ahora seguramente tendremos una sobredosis de reconocimiento a esta generación. Veremos festivales dedicados a la fotografía española y a curadores rancios que intentarán apuntarse el mérito (esto lo puedes poner tal cual)”, asegura Horacio. Por supuesto, no se refiere a la exposición sobre fotografía española que se inauguró el 13 diciembre en Le Bal, en París. Un homenaje a Ricardo Cases, Antonio Xoubanova, Aleix Plademunt y Óscar Monzón.

“Lo que hay ahora mismo en España son fotógrafos y artistas con mucho talento, que han sabido encontrar imágenes que interesan al público. La clave está en las personas, en la calidad de sus miradas y en su capacidad de superar las dificultades. Es el caso de Ricardo Cases, Julián Barón, la gente de Nophoto… Es una generación brillante, que todavía tiene mucho que dar de sí y que seguramente formará a la siguiente generación”, señala Horacio. “Es una respuesta espontánea y desde abajo que perderá toda la fuerza e interés cuando se fagocite. Nos están comprando”, advierte Eloi Gimeno.

La palabra crisis se repite una y otra vez en el discurso de fotógrafos y comisarios. “Por un lado la crisis nos ha obligado a salir fuera de España para encontrar algo de reconocimiento y espacio de crecimiento, ya que España está en un momento muy delicado desde el punto de vista de la cultura. Eso no ha sido fácil para todo el mundo, porque cuando no se tiene trabajo ni dinero, es complicado participar en el juego internacional, que es caro y exigente”, señala Spottorno. “Por otro lado la crisis nos ha hecho detenernos a reflexionar. Hay mucha gente fotografiando este momento tan peculiar, lo que de alguna manera genera un ‘corpus’ que en algún momento deberá ser estudiado”, añade.

Karma de Oscar Monzón

Karma de Óscar Monzón

Horacio Fernández cuenta que en Gran Bretaña el arte después del pop art tuvo una etapa ruinosa durante mucho tiempo, al igual que la literatura y el cine. Una tendencia que se rompió en la época de Thatcher, cuando hubo una explosión de creatividad.

“Otro ejemplo es Holanda, donde no se hace arte plástico de calidad desde hace mucho tiempo. Lo han matado las subvenciones. Todos los años los artistas tienen la obligación de entregar al Estado una obra de arte, que se acumulan porque nadie las quiere: ni siquiera los hospitales o las empresas como meros objetos decorativos. ¿Por qué? Porque son malas. Hoy cuesta trabajo nombrar a un solo artista holandés decente. El mundo de las subvenciones crea monitos amaestrados. Y las crisis eliminan estas figuras: gana el que resiste, el que tiene más cosas que decir”, asegura.

“Aunque siempre es delicado relacionar crisis y creatividad, lo cierto es que en muchos aspectos es directamente proporcional. La necesidad de opinar, de comunicar posiciones respecto a la situación social es más acuciante. Parece natural que se multipliquen las propuestas y que el contexto actual sea un escenario recurrente”, destaca Alejandro Castellote, curador independiente y director del Máster Latinoamericano de Fotografía en el Centro de la Imagen de Lima.

“La crisis y los despidos en medios de comunicación, periódicos en su mayoría, han provocado que fotógrafos que llevaban mucho tiempo experimentando con la fotografía en sus huecos libres, hayan podido dedicar todo su tiempo y energías a profundizar en la fotografía”, asegura Olmo González, fotógrafo y apasionado del género. Ejemplo de esto son Óscar Monzón y Antonio Xoubanova, que antes de trabajar por cuenta ajena estuvieron en El Mundo. “Un día me llamaron por teléfono y me dijeron que no iba a trabajar más, y eso fue todo. A la postre puedo decir que es el mayor favor que me han hecho nunca, porque gracias a esto he podido dedicar a mi proyecto el tiempo que necesitaba”, cuenta Óscar.

Pero ¿qué futuro le espera al fotolibro? Está claro que la autoedición ha contribuido a su crecimiento y difusión. Es un hecho que la mayoría de los libros que aparecen en las listas internacionales de lo mejor del año son autopublicados. ¿Es el camino lógico en está década?

The Pigs - Book

Foto: Carlos Spottorno de su obra The Pigs

“Es una consecuencia de la informática. La facilidad de los programas de edición y de impresión simplifican la autoedición”, señala Horacio Fernández. “Los formalistas decían que las nuevas técnicas crean nuevas formas artísticas al cabo de un tiempo. Es un juguete muy bueno y es lógico que se produzcan libros derivados de estas técnicas. Luego habrá que limpiar. El tiempo se ocupará de eso y el propio artista también, comparando su libro con el de otros”.

Los fundadores del Photobook Club de Madrid, que organizan varias actividades mensuales para fomentar la cultura del fotolibro, creen que hay un exceso de autopublicaciones. “Es por falta de cómplices que asuman riesgos y faciliten el camino, que conozcan el medio, no solo la parte técnica, sino todos los procesos a posteriori: la distribución, la difusión y promoción del libro. Un síntoma de todo eso es el éxito reciente en los premios europeos de fotolibros hechos por fotógrafos, editores y diseñadores españoles. Estos libros son publicados, distribuidos y promocionados por editoriales de fuera de España o en coediciones, lo cual da cierta esperanza”.

Para Olmo González, es bastante probable que se conviertan en objetos de coleccionista, con tiradas cortas y caras. “Pero siempre habrá espacio para libros accesibles en cuanto a precio, y seguramente la tendencia sea hacerlos accesibles también en cuanto al contenido. Ahora mismo llaman la atención internacional libros de fotografía cuyo lenguaje queda bastante alejado de la población”, asegura.

Y aquí está el quid de la cuestión: la endogamia de un soporte que muchas veces no consigue salir del mismo círculo de siempre. “Hay libros hechos por fotógrafos para fotógrafos, comisarios, galerías o festivales”, advierte Fosi Vegue. “Cada vez pienso más que la fotografía debería ser un grito contra todo lo que está pasando en el mundo. Para mí el paradigma sigue siendo Oliviero Toscani con sus vallas publicitarias y su capacidad de comunicarse con todo el mundo. O como Ai Weiwei, aquel fotógrafo chino que usa la fotografía como arma política y se arriesga mucho”, añade.

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Paloma al aire de Ricardo Cases

Salir de esa endogamia parece haberse convertido en una necesidad para algunas personas del medio, como Juan Valbuena. “Es lo que PHREE intenta con cada libro que hacemos. Por eso reivindicamos el papel de la fotografía documental en papel. Creemos que la foto que maneja como referente una realidad tiene códigos compartidos con más personas y, por tanto, puede comunicar mejor y ser más relevante”.

Julián Barón también cree que es importante trabajar en este sentido. “Lo hago todos los días, sin descanso. Una de las estrategias para que nuestra visión del mundo a través de la imagen llegue a mas público es la educación y que no existan trabas para el acceso a la cultura. Sin educación estamos muertos”, apunta. “Tendría que haber una gran enciclopedia y libros de fotografía en todos los colegios y las bibliotecas. Porque a veces llega más una foto que muchas páginas de libros de historia”, añade Fosi Vegue.

El éxito de un fotolibro no depende tanto de las ventas, sino de la intención con la que se crea la obra. “Por ejemplo, si yo hago un libro con fotos de la boda de mi hermano, lo considero un éxito si le gusta a los novios y sería un exitazo si le gusta a toda la familia. Si, en cambio, lo que se persigue es hacer un superventas, habría que utilizar un lenguaje más asequible y no quejarse de que la gente no te entiende”, señala el Photobook Club Madrid.

Hay quien cree que una feria del fotolibro ayudaría a afianzar este género, una carencia que FIEBRE, organizada por la escuela Blank Paper, intenta suplir. Otros, como Valbuena, vislumbran “un futuro híbrido, con productos en papel que tengan continuidad en pantallas, tipo web asociadas con información ampliada, y al revés”. Y por qué no, un fotolibro digital que dialogue e interactúe con las tabletas. “Ya hay algunos artistas que utilizan códigos QR para que puedas escuchar una entrevista mientras miras el libro. Pero los QR son muy feos y tecnológicamente obsoletos. Serán sustituidos por otros códigos mas inteligentes”, prevé Moritz Neumüller.

“Me gusta pensar que en un futuro será posible hacer tiradas de 10.000 ejemplares. Esto bajaría los costes de producción y los precios”, señala Xoubanova. Hoy las tiradas de los fotolibros van desde los 100 ejemplares a los 4.000, en el mejor de los casos. Del libro de Salvans se han hecho 2.000 ejemplares. “¿Tú te imaginas 2.000 ejemplares en un cómic, en un libro de niños, en literatura? Sería un negocio ruinoso”, dice el autor, que acepta que no todo el mundo puede conectar con este lenguaje.

“Nosotros de alguna manera somos frikis en eso de la fotografía. La porción de personas que se interesan por nuestro trabajo aún es muy pequeña (…) Pero yo no me siento solo en este mundo, ni necesito a más gente a mi alrededor. Nunca he estado tan bien como ahora. Estamos en el mejor de los momentos”, añade Salvans.

¿Entonces podemos jubilar el concepto de foto única y de instante decisivo? “Hoy las fotos tienen más sentido como series. Eso ayuda a solucionar el problema clásico de la fotografía con el tiempo, porque una foto solo muestra un instante congelado. El cine superó este escollo a la perfección, con la sucesión de imágenes y un discurso. Los fotolibros son hoy lo que en su día fue el cine”, concluye Horacio Fernández.

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